Los productores de vino siempre tienen una máxima que define su vida profesional: un vino jamás se puede volver a repetir. Son tantos los aspectos que intervienen de manera directa en el sabor de éste, que recrearlos resulta poco menos que una misión imposible. Cada cepa, cada viña y cada región presentan importantes diferencias entre sí. Que impiden recrear las mismas condiciones.
De entre todos estos elementos, uno de los factores que cobra un especial protagonismo es la añada. Ésta garantiza el año de producción e identifica la edad del vino. Según la misma, es posible escoger entre un vino joven y uno añejo.
¿Qué importancia tiene la Añada en un vino? La relación entre las añadas y la calidad del sabor
El primer aspecto que conviene tener en cuenta es que las añadas se determinan de acuerdo a las condiciones climatológicas concretas del año en la zona en la que se encuentra el viñedo. Especialmente durante el periodo primaveral y estival. Por lo tanto, se considera que una buena añada tuvo una buena cantidad de luz, así como un nivel de lluvias muy moderadas (por no decir inexistentes).
Éstas se clasifican en base a lo siguiente:
- Excelentes
- Muy buenas
- Buenas
- Regulares
- Deficientes.
Su calificación es importante en el momento de definir la calidad de un vino. No obstante, es importante conocer que no se relaciona con la plenitud del mismo. Al mismo tiempo, tampoco se relaciona con el proceso de crianza del mismo. Cada uno de los vinos alcanza su plenitud en diferentes momentos, sin importar su añada.
Por lo tanto, pese a que la valoración de la añada es importante, no es definitiva. Ésta resulta especialmente válida en vinos jóvenes. Los dedicados a la crianza nadie conoce cómo van a llevar a cabo su evolución, perdiendo por completo el sentido.
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