Las ventas del vino rosado están aumentando cada año. Los amantes del vino aprecian sus colores vivos y sabores intensos.
No es un vino dulce
Nada que ver con el peyorativo “vino dulce”, de «las peores uvas», para los que “no saben de vino”, “mezcla de blanco y tinto” o “solo para mujeres”.
En estos últimos años, el vino rosado se está liberando de estos prejuicios y se está ganando una posición reconocida entre los consumidores, en el territorio nacional y sobre todo a nivel internacional.
Los vinos rosados más importantes se cosechan en España, Francia y Estados Unidos, siendo España tercer exportador mundial de estos vinos.
Los hay dulces, semisecos y secos, ganando en Europa sobre todo los secos.
El rosado viene del tinto
Las variedades más utilizadas para los rosé son las uvas Tempranillo o Garnacha. Otras son Pinot Noir, Merlot, Cabernet Sauvignon. Se usan solas pero también hay mezclas de uvas.
Los rosados espumosos se elaboran tradicionalmente con una mezcla de uvas rojas y blancas.
La intensidad del característico color rosa depende del tiempo de contacto que tiene la piel de la uva con su jugo. Cuanto más tiempo, más intenso el color, llegando a crearse matices naranjos brillantes y rosados vibrantes.
Sabores rosados
Los vinos rosados tienden a ser más sutiles que los tintos, desde los afrutados hasta los secos. Los afrutados se inclinan hacia los frutos rojos como la fresa, la cereza y la frambuesa, con algunos toques cítricos.
Cuando tomar un vino rosado
El rosé se toma frío, por lo que se vuelve una elección preferida de los consumidores en primavera y verano.
Es muy versátil acompañando bien a una gran variedad de platos. Tanto si es un picoteo ligero de jamón y pollo, ensalada y huevo, como si es un elaborado menú de marisco, el vino rosado es el acompañante perfecto. Incluso puede convertir una hamburguesa con papas en una experiencia gourmet.
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