En Domingo Gutiérrez somos distribuidores al por mayor de todo tipo de refrescos. En este post te contamos algunos datos interesantes sobre los refrescos “zero” que debes saber. ¡Sigue leyendo!
La presencia de los refrescos y las bebidas gaseosas azucaradas en la dieta de muchas personas es un factor que preocupa desde hace tiempo a la comunidad médica. La intrusión de este producto dentro de las bebidas tradicionales como el agua, la cerveza o el vino ha supuesto un cambio radical en el concepto del líquido, ya que su consumo se cuenta como uno de los principales causantes de enfermedades como el sobrepeso y otras dolencias cardiovasculares. Y es que entre sus componentes el azúcar se incluye en cantidades desmesuradas. De hecho, un estudio médico concluyó que un individuo que consume entre 2 y 3 vasos de refresco al día toma la misma cantidad de azúcar que cabría en una habitación mediana colmada.
La opción Zero
Frente a esta situación de alarma, las principales compañías comenzaron desde hace más de una década a ofrecer la alternativa de los conocidos refrescos “zero”, en los que, aparentemente, el azúcar desaparecía casi por completo y el endulzamiento se conseguía a través de una serie de edulcorantes artificiales inocuos para la salud. Sin objeción, la aceptación de estas versiones hipocalóricas ha sido total por parte de los consumidores, que han visto en ellas el remedio a sus preocupaciones.
Sintiéndolo mucho, en este artículo nos vemos en la obligación de avisarlos de que los refrescos “zero” no son mejores que los originales.
¿Por qué?
Aunque a priori estos edulcorantes artificiales no tendrían efectos nocivos sobre la salud, los estudios posteriores han determinado que los consumidores habituales de refrescos “zero” aumentan notablemente el riesgo de sobrepeso y enfermedades cardiovasculares. Si bien es cierto que aportan menos calorías al cuerpo, como contrapartida integran otros elementos que a fin de cuentas engordan más. Tanto es así que la ingesta frecuente de estos refrescos está asociada con anomalías como la diabetes y enfermedades renales.
De otro lado se encuentra el factor psicológico. Curiosamente, uno de los problemas de las bebidas edulcoradas (que no azucaradas) ha sido la permisividad de los consumidores con éstas. Al tratarse de bebidas “sin azúcar ni calorías”, la precaución disminuye y la toma aumenta, por lo que, en el caso de ser realmente más sanas, la dosis ingerida se iguala a la de los refrescos originales.